Sunday, February 6, 2011

Walsh, defensor del Estado

por Gerardo Muñoz para Diario de Cuba


La contradicción, no solo entre los marxistas, consistía en cómo buscar un modelo de equivalencia entre las dos armas de la nación. Por una parte, el partido político que figuraba como la vanguardia del pueblo, y por otra, la vanguardia artística que, en el seno de su conciencia estética, concebía el arte como proyección vivencial de la experiencia misma de las masas. ¿Podían existir, entonces, dos vanguardias dentro del sistema político, una vez instalado el proceso revolucionario? ¿Habría lugar para una especie de antagonismo crítico, a la manera de Gramsci, desde su concepción de la lucha hegemónica? O, por el contrario, ¿continuarían en pie las rivalidades entre dos nuevos actores de la sociedad emancipada?

Aunque la historia de aquellos 62 intelectuales desencantados de la revolución es harto conocida, no ha ocurrido lo mismo con la de otros que, también bajo el signo del fellow-traveler, defendieron al régimen e hilvanaron una hermenéutica a favor del discurso de Fidel Castro "Palabras a los intelectuales". El argentino Rodolfo Walsh puede ser una de estas figuras, y es una de las voces que resuena como defensor de la política del Estado en contra de la expresión literaria de la Revolución.

4 comments:

Yañes el lusitano said...

Visión de paralaje de Slavoj Zizek:
La paralaje puede ser definida como el desplazamiento aparente de un objeto causado por un cambio en la posición del observador. El autor recurre a la noción de brecha de paralaje para recuperar la filosofía del materialismo dialéctico; asume la decisión político-filosófica de describir esta brecha, este punto de tensión para reemplazar de esta manera el tópico que define al materialismo dialéctico: la lucha de los opuestos. En este recorrido teórico, que apela constantemente a la comicidad, a la fina ironía y a los ejemplos tomados del cine, la literatura y la música, el autor dialoga y discute con diversos autores y sus respectivas teorías creando una verdadera cosmovisión de ideas entrelazadas y vistas desde diferentes ángulos.

Yañes el lusitano said...

Alejandro Pederne esa mañana muy temprano, salió de la pensión donde vivía, con el llevaba un arma letal, el libro que hacía poco había terminado de escribir, “La oposición al estado, o la recontra revolución artística”, inquieto, seguro del poder disuasivo que su libro tenía, fue al bajo flores, a encontrarse con Alfredo Lustro, puntero del barrio y amigo de el, cuando se le dio por recorrer las villas, en pos de alfabetizar y llevar el arte, a las mismas. En el colectivo, mientras cada ves la ciudad se hacía más y más suburbio, a Pederne se le ocurrió pensar en Slavoj Zizek y el desplazamiento de los objetos aparentes y de pronto, súbitamente, intuyo su increíble realidad, ¡Si! El era un objeto aparente y se iba desplazando, de acuerdo a lo que la posición del estado le indicaba, entonces, entonces se asusto, vio la brecha, la enorme brecha entre el y la realidad, esa brecha de paralaje, que lo hacia apartarse de su destino, de vanguardia artística de las masas, esas que viajaban con el, aquel que lo esperaba en el café de flores, lloro, lloro desconsolado, porque entendió con Freud, que regresaba de un sueño, el que lo imaginara, combatiente, de la expresión literaria de la revolución.
Yañez el lusitano.

Anonymous said...

Walsh era puto, desde que probó la copa de leche en Plaza Irlanda, frente al actual Policlínico Bancario. Si dejamos este dato de lado, no podremos comprender ni mierda. Pidió Walsh clemencia cuando el olor a pólvora penetró (penetró) en sus orificios nasales. Un asco de vergüenza. En la foto no le alcanza un dedo (apela a un segundo) para olerse la mierda del cagazo.
Yo lo conocí a Wash. Una rata. Quería él que sus anteojitos se convirtieran en antifaz (son casi palabras suyas, de él, de Walsh).
Viñas, un escritor de cuarta, dijo que, si lo apuraban (que era lo que él quería: que lo apurasen, que lo empujaran) Walsh era mejor que Borges. Hay que ser pelotudo.

maiakovski said...

La vergüenza que inspira el compromiso...Desde nuestra superiodidad basada en nuestro carácter históricamente tardío, es fácil sentir vergüenza de Walsh y de lo que para nosotros es una versión rudimentaria del "compromiso". Aparentemente nuestra época se desentiende del comprtomiso, sólo para caer en alguna de las copnfiguraciones de la ideología burguesa. Y hay algo de resentimiento, envidioa y nostalgia en este ademán de rechazo que se queda con Borges, el escritor institucional perfecto, el vanguardista de derecha que nunca, como Junger, puso alguna esperanza en el nazismo. En resumnen: una generación de cobardes que quiere hacer saltar la banca sin haber apostado a ningún número-