a Tamara Kamenszain
En General Villegas, el pueblo de donde escapó Manuel Puig, hay eventos espontáneos que interesarían mucho a los sociológos de finales del siglo XIX. Los habitantes salen a marchar a las plazas con pancartas como: “JUSTICIA POR LA VERDAD”, “APOYEMOS A LAS 3 VICTIMAS DE ESTA INJUSTICIA: TODA UNA CIUDAD SABE LA VERDAD” para defender a 3 hombres procesados por protagonizar y difundir un video porno casero con una menor de 14 años; a las marchas van las esposas de los acusados (otro cartel es “ABUSO DESHONESTO SÍ, VIOLACIÓN NO”). El intendente del pueblo, que justificó la marcha, explica la verdad de la que hablan los carteles: "es rapidita, una chica enferma que necesita tratamiento", la gente repudia que digan que la forzaron a hacer este tipo de cosas”. La gente del pueblo acusa a la chica de ninfomanía y fiebre uterina; en la jerga legal, la carátula es abuso sexual agravado (por ser 2 o más), corrupción de menores, difusión de pornografía infantil; en las marchas, la mayoría son mujeres y niños. Días después, alguna clase de discernimiento se apodera del intendente, que declara haber sido sacado de contexto (pero el contexto es real, es el pueblo) y las marchas menguaron: a la última sólo fueron 7 mujeres y algunos niños. El ministro de Educación intervino para traer la única imagen ética aceptable: comparó estas marchas al “algo habrán hecho”, de los años 70. Que el abuso sexual de una menor adquiera sentido como una nota al pie más de las violaciones de los derechos humanos por la dictadura es una consecuencia ética penosa, porque no da cuenta de la violencia de género (excusez-moi el tecnicismo! es para no perder el sentido del delito) sino porque, al trascender al pueblo y su contexto, transforma la escena del abuso en otra cosa, otra perversión nacional: la de no dejar de fantasear con los fantasmas de los torturados. De la fiebre uterina del siglo XIX a los desaparecidos del siglo XX: todo un arco narrativo para no decir qué ponen en escena las pancartas, las amenazas. A veces parece que el feminismo es el discurso más subversivo (por tomar terminología de los 70, ahora en desuso por las clases progres), el más tabú, porque en este contexto es casi terminología futurista (cómo hablar en presente de las cosas, cómo llamar a las cosas por su nombre); la foto que engalana este post es un retrato de José María Ramos Mejía, a quien le hubiera interesado la vigencia actual de su teoría de la unidad mental de las multitudes y cómo y cuándo, con qué detonantes, constituye un pueblo (pueblo=nación).
POST EDIT (WTF!!!): En Olavarría marcharon 150 personas para defender a un ginecólogo acusado de abuso sexual agravado a seis pacientes. La nación Infobae
5 comments:
Tengo una tendencia a mostrarme indignado con mucha facilidad. Tanto que a veces no yo me termino creyendo la indignación. Pero este caso consiguió superar todo limite. El feminismo pareciera ser el discurso más subversivo, comparto eso en su totalidad.
Muy bien escrito Pola! Lo comentaré en mi blog Voltaire. Lo que está sucediendo en General Villegas ( y en el mundo ) es tan absurdo que se vuelve surrealista! Yo siempre digo: Una mujer que no se considera feminista es como un negro que no se considera antirasista. Ósea una persona que se caga en su mismo. Eso es muy autodestructivo y bastante lamentable, y las personas que año 2010 todavía tienen conceptos errados del feminismo ni siquiera merecen contestación!
Estamos de acuerdo Hernán!
Es la unidad mental de las multitudes, pero no dice que sea la invariante unidad mental de las multitudes.
En alguna etapa esa unidad mental se constituyó y ha cambiado, porque nada permanece inalterable.
Sería interesante determinar cuantos caballos hacen falta para guiar esa unidad mental. De seguro no ocurre por fuerza bruta, quizás un hecho drástico podría ser el caso.
Quizás si uno pone bueno caballos en los casilleros relevantes se logre llevar esa unidad y dejemos de ser arrastrados por ella.
O,
también se puede decir que la unidad mental es = a 1 neurona.
Señorita Pola, siempre he tratado de leerla en todo lo que escribió y escribe, este articulo suyo, “La unidad mental de las multitudes” es maravilloso, por lo que tiene de sensato y humano, es innegable que tal texto, debió salir de la pluma de una mujer, usted, y de un cerebro, el suyo, que comprende bien el tiempo que vivimos. Yañez el lusitano.
Yáñez querido! estás de regreso con Tremal-naik? gracias x tu comment, te hacía en Labuán!
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