São Paulo, sábado, 28 de maio de 2011
CRÍTICA ROMANCE
"As Teorias Selvagens" tem afiada prosa antiprogressista
Primeiro livro da argentina Pola Oloixarac rebate senso comum de esquerda
ALAN PAULS
ESPECIAL PARA A FOLHA DE SAO PAULO
Não é surpreendente que "As Teorias Selvagens" tenha tido a repercussão que teve. Mais surpreendente teria sido se não tivesse.
Em um país como a Argentina, onde o imaginário progressista tende a ganhar uma dimensão atmosférica e a envolver tudo, o romance de Pola Oloixarac tinha tudo para cair como uma bomba.
Era a estreia literária de uma quase desconhecida e era publicada por uma editora emergente cujo catálogo, até então, tinha oferecido vozes novas, porém sutis.
Oloixarac irrompeu no mundo literário elevando a voz e com a espada em riste, derramando à esquerda e à direita (sobretudo à esquerda) suas doses efusivas de estilo, precisão analítica e rancor lúdico. Um misto de terrorismo voluptuoso que parecia excitado por um alvo mais que delicado: o senso comum progressista.
A tese de "As Teorias Selvagens" não é nova: propõe que o discurso que nos anos 70 era sinônimo de resistência, mudança e revolução converteu-se hoje no dogma oficial do pensamento, da cultura e da pedagogia.
A obra deplora esse status quo, mediante uma estratégia tão arcaica quanto eficaz: ridicularizar os agentes do progressismo, voltando contra eles as proposições clássicas de seu próprio discurso.
Exemplo óbvio dessa inversão é a cena em que um "intelectual de esquerda" é assaltado e espancado em um parque por um bando de ladrões. Ao intervir, a narradora repassa em voz alta o currículo militante do espancado. O furor dos assaltantes se intensifica: "Você é político?", perguntam. E eles próprios respondem: "Ladrão filho da puta".
É sobre esse tipo de recontextualizações risíveis que se apoia a atitude desafiadora da obra, um romance cuja tradição, não obstante, remete a Juvenal ou Jonathan Swift e leva um nome eminentemente político: sátira.
A prosa de "As Teorias Selvagens" é afiada e corta; é tão tóxica quanto o despeito incurável que move sua narradora, uma espécie de Mata Hari que circula entre os artigos acadêmicos e a retórica.
Nesse sentido, "As Teorias Selvagens" reescreve em clave cômica "O Novo Espírito do Capitalismo", de Luc Boltanski, em especial a tese segundo a qual a grande força do capitalismo consiste em interiorizar as críticas que recebe de seus inimigos.
MONOPÓLIO DA SÁTIRA
Mas essa febre do "détournement" é apenas uma das estocadas críticas que Oloixarac dirige contra a doxa do humanismo progressista.
Nada disso se encaixa de todo no perfil padrão do antiprogressismo argentino, que ainda prefere encarnar-se em advogados católicos superados, políticos "modernos" que antepõem a gestão e o pragmatismo à política.
Se "As Teorias Selvagens" irritou e continua a irritar tanto, é por vários motivos: pela fruição sem culpa com que reconecta a política e o saber com o mundo das paixões baixas (inveja, rivalidade, discórdia, vingança etc.).
Também pela versatilidade exibicionista com que ziguezagueia entre a filologia, o pop, a tradição filosófica, a cultura geek e a etnografia urbana. E, sobretudo, porque obriga o progressismo a encarar um fato culturalmente insuportável: a evidência de que a esquerda perdeu o monopólio da sátira para passar a ser seu objeto, sua vítima privilegiada.
ALAN PAULS, escritor argentino, é autor de "O Passado" (Cosac Naify), entre outros.
Tradução de CLARA ALLAIN.
AS TEORIAS SELVAGENS
AUTOR Pola Oloixarac
EDITORA Benvirá
TRADUÇÃO Marcelo Barbão
QUANTO R$ 34,90 (240 págs.)
AVALIAÇÃO ótimo
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versión completa en Español
Las teorías salvajes
El retorno de la sátira
Alan Pauls
No es sorprendente que Las teorías salvajes haya tenido la repercusión que tuvo. Más sorprendente hubiera sido que no la tuviera. En un país como la Argentina, donde el imaginario progresista tiende a cobrar una dimensión atmosférica y a envolverlo todo, como el aire (vital para algunos, irrespirable para otros, motivo de debate para todo el mundo), la novela de Pola Oloixarac tenía todo para caer como una bomba. Era el debut literario de una casi desconocida y se publicaba en una editorial emergente (Entropía) cuyo catálogo, hasta entonces, había ofrecido voces nuevas pero sutiles, embanderadas casi siempre en el registro del susurro y la intimidad. Oloixarac (que no por nada ejerce, y muy bien, el hobby del canto) hizo lo que mejor sabe: desafinó. Irrumpió en el mundo literario alzando la voz y con la espada en ristre, derramando a izquierda y derecha (sobre todo a izquierda) sus dosis efusivas de estilo, precisión analítica y rencor lúdico, un blend de terrorismo voluptuoso que parecía excitado a escala hormonal por un target más que delicado: el sentido común progresista.
La tesis implícita de Las teorías salvajes no es nueva: plantea —con una mezcla de decepción, hartazgo y resentimiento avieso— que el discurso que en los años '70 era sinónimo de resistencia, cambio y revolución se ha convertido hoy en el dogma oficial del pensamiento, la cultura y hasta la pedagogía, terrenos donde el proyecto setentista habría alcanzado la victoria completa que el teatro de la política dura le negó. La novela deplora ese statu quo mediante una estrategia tan arcaica como eficaz: ridiculizar a los agentes del progresismo volviendo en su contra las proposiciones clásicas de su propio discurso, que de axiomas críticos pasan a ser slogans cínicos o notas al pie payasescas. El ejemplo más obvio de esta voluntad de inversión es la escena en que un “intelectual de izquierda“ es asaltado y golpeado en un parque público por un gang de rateros (bautizados “correlatos de la perversidad del capitalismo“ por la narradora de la escena) que encarnan la miseria, la marginación, el desamparo, las mismas injusticias por cuya erradicación la víctima del asalto peleó durante décadas. Cuando la narradora interviene para detener la paliza y repasa en voz alta el curriculum militante del apaleado (el sueño de la patria socialista, los años de lucha clandestina, etc.), el furor de los ladrones se exaspera. “¿Sos político, vos?“, le preguntan. Y ellos mismos se contestan: “Chorro hijo de puta“.
En ese tipo de recontextualizaciones irrisorias se apoya la actitud desafiante de Las teorías salvajes, una novela archicontemporánea cuya tradición, sin embargo, se remonta a Juvenal o Jonathan Swift y lleva un nombre eminentemente político: sátira. Cuando no sirven para escarnecer a sus propios portadores, las consignas de los años '70 sirven a lo sumo de estímulo sexual, como mantras porno rimados, y sólo realizan a pleno sus utopías igualitarias en los templos del capitalismo avanzado —McDonald's— que deberían contradecirlas. En ese sentido, Las teorías salvajes (como las ficciones de otro gran satirista contemporáneo, Michel Houellebecq) reescribe en clave cómica El nuevo espíritu del capitalismo de Luc Boltanski, en particular la tesis según la cual la gran fuerza del capitalismo consiste en interiorizar como estímulos, motores y aun fundamentos las críticas que recibe de sus enemigos. Pero esa fiebre del détournement es sólo una de las estocadas críticas que Oloixarac dirige contra la doxa del humanismo progre. La otra, igualmente provocativa, es la doxa con la que propone sustituirla, un mix de biologismo agresivo, militarismo a la Clausewitz y decisionismo schmittiano que, pasado en limpio, se resume en el pesimismo cansado de un viejo refrán: “el hombre es el lobo del hombre“.
Los sabotajes antiprogresistas de Oloixarac pueden ser lúcidos o básicos, sofisticados o banales, pero están siempre animados por una convicción y una agresividad que la literatura argentina llevaba años reprimiendo. La prosa de Las teorías salvajes tiene filo y corta, y es tan tóxica como el despecho incurable que mueve a su narradora, suerte de Mata Hari que va y viene entre los papers académicos y la retórica sobresaltada de Corin Tellado y rastrea presas eróticas en la facultad de Filosofía y Letras como los comandos armados de los '70 buscaban rehenes en fábricas o destacamentos militares. Nada de eso encaja del todo en el perfil standard del antiprogresismo argentino, que todavía prefiere encarnarse en abogados católicos pasados de moda, políticos “modernos“ que anteponen la gestión y el pragmatismo a la política, sacerdotes alienados por la ética e intelectuales henchidos de un republicanismo pomposo y universalizante.
Si Las teorías salvajes irritó y sigue irritando tanto es por varios motivos: por la fruición sin culpa, casi nietzscheana, con que reconecta la política y el saber con el mundo de las bajas pasiones (envidia, rivalidad, cizaña, venganza); por la versatilidad exhibicionista, como de discoteca, con que zigzaguea entre la filología, el pop, la tradición filosófica, la cultura geek y la etnografía urbana; y sobre todo porque obliga al progresismo a enfrentarse con un hecho culturalmente insoportable: la evidencia de que la izquierda ha perdido el monopolio de la sátira para pasar a ser su objeto, su presa, su víctima privilegiada.
1 comment:
A writer named Pola Oloixarac, dyed with geek hue and compaired to a Mata Hari from the pampas? I need to check this out!
Kuja
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