
Todo fan de la literatura parece tener una anécdota con vos. Una de las más comunes es que les preguntás el nombre, te dicen Sutano y vos decís ahhh yo me cogía una Sutano, flor de hembra. ¿Es tu manera de imitar a Homero y proliferar como literatura oral?
Fogwill se reía: "claro, jajaja era la mamá!" Después explicó que sí, con la edad, todo tiende a la oralidad en el sexo, y la presencia de lo oral siempre fue crucial en su escritura: "en definitiva empezás oral, escribís oral y después de viejo todo se pone muy oral". Después hablamos de este artículo de Bolaño, donde dice que después de Borges, lo que viene es "la pesada": la pesada sería la herencia de Lamborghini, que él encarna. Fogwill

2. El lunes, la crema de la crema intelectual se dio cita en Vinilo, exquisito cafecito con un Steinway & sons en el escenario, para la presentación de El tesoro de la Lengua, de Ariel Schettini. Con Insinger al piano, las voces de los poemas subían al escenario una a una,
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+ La esencia de la literatura no puede ser reducida a la enemistad pura y simple, sino a la posibilidad de distinguir entre el amigo y el enemigo.
+ "Enemigo es sólo un conjunto de hombres que se opone combativamente a otro conjunto análogo. Sólo es enemigo el enemigo público, entiéndase por públ

+ Lo que está latente entre ellos es la guerra.
+ Se puede adivinar la presencia y la acción del enemigo: es la proyección y el espejo del propio amigo: es más que su sombra: no hay representación, es real -i.e. adhiere a esa teoría del realismo de considerar reales las cosas y "reales" las relaciones del lenguaje con las cosas- está aquí y ahora, se puede nombrar.
+ La vida de la literatura se define socialmente en tanto que reabre el espacio de la hostilidad que reclama ambas presencias: la del amigo y el enemigo. El campo literario es ese espacio de hostilidad.
+ Hay un enorme parecido entre el amigo y el enemigo; son gemelos, pero subyace en ellos una esencia que los hace distintos: quién decide: quién publica?
+ Es la guerra por la atención, y no.
+ Es la guerra por hacer cosas hermosas, y que nada más importe.
+ Es la parodia del decisionismo, como decía Dotti: y es perderse en un imaginario revolucionario absurdo, de quienes no se ocupan de hacer belleza y sólo les interesa el lenguaje de la bajeza.
+ Pero la liberalidad envenena, y hacer amigos o enemigos deviene el equivalente pordiosero a ser vistos comiendo en restaurantes caros en las estrellas de Hollywood. Algunos hasta se visten de etiqueta negra para poder aparecer en nuestro banquete, el deseado mundo de la mafia literaria argentina. Se sigue los avatares de la literatura argentina como se siguen los rounds del boxeo (castiga la zona hepática...).
+ Si, gladiadores, saludamos al público, es porque vamos a morir, y nos condenamos a alguna especie de inmortalidad. Eso es lo que está en juego en los juegos de bestias literarios.
Y todas estas cosas, que me parecían maravillosas al momento de descubrirlas, en su inocencia y transparencia, ahora vuelven a parecerme tristes y vanas, horriblemente humanas: porque la modalidad de escritura-amigo, que es hermosa y halaga el ideal humanista del arte, no tiene por qué implicar necesariamente la escritura-enemigo, que es otra forma de lo mismo en tanto foguea pasiones que la escritura-amigo, el mero "nosotros" sin un "ellos", desconoce (en general, desde ese paraje de desconocimiento se busca batallar contra la invisibilidad). Sin embargo, en esta escena el criterio amigo-enemigo de Schmitt distingue entre hacer literatura en sí (donde la amistad humana es una ficción amorosa y útil) y la capacidad para hacer, reproducir y dividir lectores, que a su vez se agrupen en su propia parodia del decisionismo y enarbolen anchas diatribas para justificar su odio (a "ellos")/deseo de pertenencia (a "nosotros"); pero nuevamente, la literatura en sí también implica la capacidad de hacer lectores y no se hace ni se reproduce lectores sin literatura en sí: la estrategia amorosa llama a la estrategia de guerra, y viceversa.
+ No hay escritura contemporánea argentina que escape a estas categorías; no hay, por tanto, literatura argentina fuera del dictum que organiza la teoría de la guerra descrita ya en otro lugar, en términos de su pasión, argumentos, dinámica y bestialidad.
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