por Pola Oloixarac para La Agenda BA
Conocí a María Kodama en una especie de cocktail literario en Toulouse, Francia. Estaba vestida de blanco impecable, me la presentó un escritor argentino que no recuerdo porque yo sólo la miraba a ella. Menuda, sonriente, irradiaba algo sumamente juvenil. Debía irradiar algo más, o quizás se lo aportaba yo, que podía detectar sus tentáculos sutiles de bruja titilando bajo la falda. Desde hace años, María Kodama es considerada la bruja del Oeste de la literatura, la Yakuza literaria, la Yoko Ono argentina; es un lugar común de la progresía literaria detestarla. Me sorprendió verla tan cándida y seductora, así que le llevé una copa de vino blanco y me invitó a sentarme con ella en una mesita. Mientras, escritores engordados por el súbito prestigio de bajarse de un avión en Francia pasaban cerca y nos miraban con discreto horror, mascando su horror con un quesito galo, lo que no dejaba de transmitirme cálidas ondas de placer; no podía haber mejor plan que conocer a Madame El Mal y evitarme chit-chats fatigosos.
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Conocí a María Kodama en una especie de cocktail literario en Toulouse, Francia. Estaba vestida de blanco impecable, me la presentó un escritor argentino que no recuerdo porque yo sólo la miraba a ella. Menuda, sonriente, irradiaba algo sumamente juvenil. Debía irradiar algo más, o quizás se lo aportaba yo, que podía detectar sus tentáculos sutiles de bruja titilando bajo la falda. Desde hace años, María Kodama es considerada la bruja del Oeste de la literatura, la Yakuza literaria, la Yoko Ono argentina; es un lugar común de la progresía literaria detestarla. Me sorprendió verla tan cándida y seductora, así que le llevé una copa de vino blanco y me invitó a sentarme con ella en una mesita. Mientras, escritores engordados por el súbito prestigio de bajarse de un avión en Francia pasaban cerca y nos miraban con discreto horror, mascando su horror con un quesito galo, lo que no dejaba de transmitirme cálidas ondas de placer; no podía haber mejor plan que conocer a Madame El Mal y evitarme chit-chats fatigosos.
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